El Consejo de Ministros ha terminado. Los ministros saludan al Rey, que durante toda la reunión ha permanecido en un estado de impávida serenidad. Al despedirse el señor Ventosa, le dice:
– Podría, seguramente, resistir. Pero la fuerza material no puede emplearse cuando no se tiene fuerza moral para ello.
Excelente observación. Es el resúmen de la mayor parte de un reinado. Resulta curioso constatar que, a veces, los hombres empiezan a volverse sensatos cuando lo tienen todo perdido.
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Se empiezan a oír las primeras notas de La Marsellesa. Después, constato que un grupo de ciudadanos comienza a entonar El Himno de Riego. El pueblo ignora ambas canciones. Desafinan. El conocimiento de la letra es escaso. Cantan mal. Da igual. Ya lo harán mejor más adelante.
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Madrid, cuya única razón de existir durante tantos siglos ha sido, como quien dice, la Monarquía, ha visto hundirse las instituciones, desaparecer sus símbolos, con el alborozo del pueblo desbordado y con la casi indiferencia de las clases altas, y no digamos los funcionarios. Ni la aristocracia –que se lo debe todo a la Monarquía– ni el ejército, que en tantas ocasiones sirvió de excusa a las instituciones reales, han dado por el momento señales de vida. [...] La frivolidad de Madrid –que en las clases altas parece una copia de la de París–, el carácter insondable de esta ciudad, tan pobre y mísera, el cretinismo de las clases cuya única razón de existir ha sido el carnaval de la Monarquía, ha constituido un fenómeno de lo más extraordinario.
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Es curioso, pienso. Mientras Miguel Maura forcejeaba para apoderarse de Gobernación en nombre del Gobierno provisional, su hermano Gabriel escribía la despedida del Rey y preservaba los derechos de la dinastía de forma explícita y clara.
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En general, todos estos libros dicen lo mismo. España, dicen estos papeles, es una cosa inmóvil. La Monarquía es una situación eterna. La duración de esta monarquía está garantizada, primero, por el Ejército y la Marina, que es una llave intocable. Luego, por el latifundismo del sur, de Andalucía y Extremadura. Luego, por la Iglesia católica, apostólica y romana, por la que los españoles sienten una adoración viva, activa, pintoresca e indispensable. Luego, porque el dinero es monárquico. Luego, aún, porque la industrialización es incipiente, porque el orden público es fácil y porque la clase media es rabiosamente monárquica... y gran parte del pueblo, también...
Ahora bien, en el día de hoy, 14 de abril, todas las impresionantes columnas del templo inmóvil se han derrumbado. [...] ¡Cómo han envejecido los observadores de España!
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Impressions del 14 d'abril de 1931 plasmades a
Madrid. El advenimiento de la República, el dietari que Josep Pla va escriure entre 1931 i 1932 i que s'inclou a
Cuatro historias de la República. Brillant des de l'elecció del substantiu «adveniment» (vinguda, especialment si és esperada i solemne) fins a la darrera observació recollida. Elegant prosista, perspicaç observador i amb la fina ironia dels escèptics. Un dels Grans. Si el treball dels historiadors és essencial per a entendre un període tan controvertit i determinant per a la història contemporània d'Espanya, no ho són menys els reportatges i les cròniques periodístiques de l'època, que si bé –com adverteix Xavier Pla en el pròleg– no poden prendre's com a fonts històriques amb valor documental fidedigne, sí que són part integrant de la pròpia reflexió històrica.