dimecres, de novembre 08, 2006

Un déjà vu a propòsit de Camba

Ara que sembla que alguns volen guanyar una guerra en els despatxos i gairebé setanta anys deprés de que acabés, llegeixo al gran Julio Camba (Haciendo de República, 1934), que ens ensenya que aquest és un mal endèmic a Espanya. Quina ploma, quina ironia més esmolada! M'he sorprès en descobrir-me fent sonores riallades mentre llegia aquest i altres articles del llibre.


«Se me olvidaba una de las más famosas sesiones de las Cortes constituyentes, la histórica sesión donde el ex rey don Alfonso fue acusado, defendido, juzgado y condenado con la mayor solemnidad, y digo histórica, no porque una vez celebrada haya tenido aquella sesión la menor influencia en el curso de nuestra Historia, sino porque, al organizarla, no había, en realidad, más propósito que el de hacer una sesión de carácter histórico y porque con este objetivo se la anunció profusamente.

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Se le acusaba, además, de crímenes nefandos, de negocios sucios y de delitos vulgares; pero, a pesar de ello, se le dejó salir de España como si no hubiera habido nunca el menor cargo contra él, y todo se redujese en el fondo a ensayar un nuevo sistema político que, teóricamente y tras haberlo demostrado unas cuantas veces en la pizarra, nos hubiera parecido preferible al antiguo.

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Lo lógico hubiera sido llevar al ex rey al Juzgado de guardia y meterlo en un calabozo mientras se le formaba proceso; pero esto podía originar complicaciones, y el Gobierno provisional ya tenía bastantes con la provisión de altos cargos y los cambios de nombres a las calles.

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Fue lo mejor, pero, si no habíamos querido juzgar al ex rey cuando lo teníamos a mano y podíamos imponerle la debida sanción, ¿a qué venía eso de juzgarlo luego, cuando no le podíamos imponer sanción alguna?

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La sesión fue nocturna, como las becerradas cómicas, y aquella noche no creo que ningún teatro de Madrid llegase a cubrir gastos. Todo el mundo se había agenciado pases para el Congreso, que era donde se representaba la mejor comedia. Las tribunas, incluso las de prensa, estaban materialmente cuajadas. Había muchas señoras republicanas, algunas, por cierto, de bastante buen ver, a las que fascinaba el anuncio de una sesión en la que iban a salir todos los chismes de Palacio. Y naturalmente, el ex rey quedó hecho migas, lo que se dice migas, aunque tan sólo unas migas imaginarias. Quedó hecho migas en el Congreso; pero siguió con toda su corteza en Fontainebleau. Se le puso fuera de la ley y quizá haya llegado hasta a ejecutársele, pero nada más que moralmente.

Al fin y al cabo, señores, no en balde España es un país famoso por su capacidad de imaginación.
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